domingo, 16 de octubre de 2011

Diomedes y Agláope la del bello rostro



 Diomedea Exulans, el Albatros Errante, paseaba su imponente figura surcando el cielo y examinando el proceloso mar en busca de alguna presa que llevarse al coleto. Estaba un poco fatigado y hambriento después de vagar incansablemente por mares y océanos transportando su elegante estampa de heredero de los Thalasso Dromeus que poblaban los aires desde hacía 70 millones de años.




Pero él ya no poseía la envergadura de sus antepasados y tenía que calibrar bien sus fuerzas para poder arrebatarle al mar su delicioso contenido alimenticio, cuando, de pronto, divisó un destello cerca de una orilla rocosa, ''¡hum! un bocado exquisito,  parece estar desprevenido allí
entre aquellas rocas y decidió acercarse un poco para examinarlo mejor a fin de sopesar el éxito o fracaso de la empresa porque si era una morsa no podría con ella, pero no, una morsa no tiene la cola brillante con escamas  ni se peina unos hermosos cabellos cobrizos con un peine de oro...

Planeó en círculos sobre esa visión desconcertante deseoso de conocer su identidad, porque tampoco era una ballena a pesar de tener mamas; por lo tanto tenía que ser un mamífero, pero los mamíferos no tienen cola de pez.... a ver, esto ya me intriga demasiado....parece que tiene perlas y algas en un cestillo y está sola, trataré de aproximarme con disimulo no sea que se refugie en el agua y la pierda de vista quedándome sin mi cena.  Diomedes se posó silenciosamente sobre el agua y se dejó llevar por sus vaivenes con las enormes alas plegadas y los ojos alerta sin perderla un instante de
 vista.


Parece muy confiada....¿será venenosa? ¿se podrá comer?, no parece demasiado grande para mi tamaño y con ese cuerpo blanquísimo seguro que está tierna y con un rápido picotazo de mi fuerte pico acabaré con ella en un instante, pero antes he de conocer a qué especie pertenece no vaya a ser venenosa o algo peor....
 De modo que Diomedes decidió salir del agua y acercarse a ella por el césped de la orilla, un poco lejos por precaución, para interrogarla y saber cosas de ella.


-¡Hola!, me llamo Diomedes y soy un ave, ¿tú quien eres?

-¡Hola Diomedes! yo soy Agláope, La del bello Rostro y soy una sirena, ¿porqué me mirabas y remirabas tanto?, no pretenderías comerme ¿verdad?

- Estee... ¡no, claro que no! solo miraba porque nunca he conocido a un ser como tú y sentía curiosidad...

-Pues has de saber que eones atrás las sirenas hemos sido mujeres aves a la vez que peces

-Entonces, interrumpió él, habrás volado como yo sobre las cumbres nevadas y los picos inaccesibles ¿no?.
Y se puso todo contento quitándosele las ganas de convertirla en su comida.

- ¡Para el carro Diomedes!, han sido mis antepasadas y yo ya no lo recuerdo porque Los Dioses nos asignaron el cometido de transportar el alma de los muertos hasta el Hades donde se encuentra La Isla de los Bienaventurados donde entonamos hermosas canciones para atraer a los náufragos que de otro modo caerían al fondo del océano y nadie podría recordarles.

- ¿Muertos? ¿náufragos?....esteee, ahora recuerdo que no he probado bocado y estoy hambriento, así que mucho gusto en conocerte pero me voy a pescar algo por ahí...

- ¡Espera, espera!, yo también tengo cosas que hacer y me voy.

Y de un salto se zambulló desapareciendo bajo el agua dejando al perplejo Diomedes con la cabeza llena de preguntas y sin saber si volverían a encontrarse porque ella parecía una hábil nadadora y Dios sabe por donde andaría en lo sucesivo. Parecía muy sabia esta sirena...., seguro que anda por ahí jugando con delfines y no la veré hasta sabe Dios cuando.....y el soberbio Albatros levantó el vuelo pensando y pensando y sin quitar el ojo de los océanos y mares allá abajo por si la veía y podían seguir conversando.

Un beso fortísimo queridos amigos Gémini-Piscis, siempre os podéis encontrar cuando él se pose y ella emerja para cantarle canciones de amor como Circe a Ulises.